martes, 15 de marzo de 2011

Algo se mueve.




Algo se mueve en el planeta. Y no me refiero al aspecto sísmico que de tan triste actualidad está. Cualquier noticiero de radio o televisión nos acribilla a base de informaciones sobre desastres naturales, guerras, atentados, muertes, accidentes, crisis económica… y lo peor es que no nos afecta nada.  Estamos anestesiados. Vivimos en nuestra burbuja “ideal” de bienestar. En ese aspecto los diferentes gobiernos occidentales de todo signo político han hecho muy bien sus deberes a lo largo de los años. Nos han dormido. Nos han drogado a base de adictivas cápsulas de ficticia felicidad consumista. Nos tragamos lo que sea. Admiramos y aclamamos las revoluciones populares en lugares lejanos mientras somos incapaces de hacer nada por nosotros mismos. Nos aprietan la soga que tenemos al cuello a base de medidas para los “mercados”. Nos reducen derechos y libertades que tanto costaron conseguir. Y todo esto para que unos pocos, a costa de muchos, tengan beneficios multimillonarios. Somos zombis que se mueven al son de la maquinaria de las altas instancias del poder de Occidente y harán todo lo posible para que continuemos así. Si alguien se sale en lo más mínimo del guión establecido ha de ser silenciado. Y como diría aquel, “el que se mueve no sale en la foto”. Gobiernos y medios de comunicación actúan en connivencia para ello. Y pisar, como si de un insecto se tratara, a cualquiera que sea considerado una mínima amenaza para el sistema.
Pero creo que esto comienza a cambiar poco a poco. Cuando aprietas una tuerca en exceso corres el riesgo de pasar la rosca y esto es ni más ni menos lo que creo que está sucediendo. La gente comienza a moverse. La red es un arma poderosísima a favor de los ciudadanos si se utiliza con sentido e inteligencia. Y empezamos a tomar conciencia de ello.

No se si os ocurrirá también a vosotros, pero cuando veo en televisión a cualquier político de cualquier signo, y de cualquier nacionalidad, tengo una sensación de repulsión fuera de lo normal. Simplemente repugnancia. Es como si ya no tuviera un velo delante y  que soy capaz de leer entre líneas. La mentira y la ambición aparecen en sus ojos claramente. Nos tratan como si fuéramos niños pequeños, como si nos tuvieran que llevar de la mano para cruzar la calle. Y todo para su propio beneficio, salvo en contadísimas excepciones. Es así, no nos engañemos. Aquella frase que definió el Despotismo Ilustrado,  “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, está totalmente vigente hoy en día en pleno siglo XXI. Aquí, en el ombligo del mundo que nos creemos que es la sociedad occidental.

No creo en absoluto en la inexistente profecía maya, ni en ese apocalíptico 2012 cinematográfico. Pero si creo que inexorablemente llegamos, y en eso si coincido con los mayas, a un cambio de ciclo y sinceramente no se si será para bien o para mal, al menos a corto plazo. Gaia, la tierra, se ha dado cuenta de que los seres humanos ya no somos un mero resfriado para ella. Somos una enfermedad que puede ser mortal y que si no hace nada al respecto, acabaremos con ella. Quiero pensar que aun tenemos tiempo, que hay esperanza, que hay un futuro hermoso para mis hijos y los vuestros. Pero hay que despertar ya. No hay un minuto que perder. Tenemos que reconciliarnos con ella y con nosotros mismos, o simplemente desapareceremos. La cuestión es si los que mueven los hilos del poder nos dejarán despertar o nos aumentarán la dosis para evitarlo. De nosotros depende, de que demos el puñetazo en la mesa y digamos no. De que tomemos conciencia de la necesidad de un cambio de modelo de sociedad o que nos enfrentemos irremediablemente al que será nuestro final como especie.


El Octavo Pasajero